Uno de los paisajes más singulares de Galicia es, sin lugar a dudas, la Ribeira Sacra, definida por el Sil y el Miño, que serpentean flanqueados por montañas colmadas de bancales dedicados al cultivo de la vid. Una labor especialmente exigente, dada la orografía del terreno y la dificultad para su mecanizado, pero que se desarrolla con gran mimo; especialmente cuando se trata del cuidado de las cepas viejas, de excelentes cosechas en cuanto a calibre y calidad.
Todo el esfuerzo de investigación y recuperación acometido, que ha llevado incluso a apostar por variedades que se creían prácticamente perdidas desde la plaga de filoxera que devastó los viñedos de Galicia a finales del siglo XIX, merece la pena, puesto que todo este trabajo y la apuesta por avanzar hacia una calidad excelsa ha convertido a las bodegas que operan bajo el sello de la Denominación de Origen Ribeira Sacra en todo un referente para el sector vinícola y para cualquier enólogo que se precie, puesto que sus tintos (mencía y brancellao), sus blancos (godello) y sus rosados (mencía) satisfacen los paladares más exigentes en cualquier cata, incluso en las que se celebran en el ámbito internacional, mereciendo las mejores críticas en revistas, guías y todo tipo de publicaciones de reconocido prestigio en el sector.
Por ello, y ante una situación como la actual, en la que la viticultura en esta zona es aún más heroica de lo usual, cabe aventurar que la cosecha de 2020 será incluso más memorable que las anteriores.