Ni siquiera la actividad humana ha restado un ápice de belleza a la Ribeira Sacra, un entorno privilegiado que abraza al Sil y al Miño, al tiempo que ambos serpentean para abrirse paso entre montañas repletas de bancales y avanzar hacia el mar. La vid es, sin lugar a dudas, la gran protagonista; y su presencia en la zona es secular, tal y como recogía en noviembre de 2019 La Voz de Galicia, en la que Luis Díaz, citando al medievalista Víctor Rodríguez Muñiz, apuntaba que la primera mención a su cultivo data del año 876. En aquel entonces, varios fieles, a cambio de unas misas, donaban al monasterio ourensano de Santa Cristina unos viñedos en la subzona vitícola de Amandi, en la comarca de Lemos.
Los monjes fueron especialmente prolijos en el cuidado de la vid durante el medievo, según relata este historiador, que en diciembre de 2019 contaba que, pese a ello, no hay referencias a los bancales, que fueron clave para convertir a la montaña en cultivo; algo que, según su opinión, podría deberse a que «o que era coñecido non se poñía por escrito».
La viticultura, no obstante, comienza mucho antes, con la llegada de los romanos, quienes, para hacerse con los recursos naturales de la zona, dejaron su impronta en el paisaje (en el municipio lucense de Quiroga llegaron a desviar el curso del Sil para facilitar la extracción de oro de su cauce, creando Montefurado) y nos hicieron herederos de su legado.
En la zona sur de la provincia, su aportación en cuanto a obra civil no se limita únicamente su red viaria y sus viaductos, sino que existe la creencia de que abarca también el sistema de cultivo de la vid. De hecho, desde hace años, algunas bodegas hacen guiños a la longevidad de la viticultura en la zona y al pasado romano de las tierras dedicadas al viñedo.
Sin embargo, estudios más recientes (que se desarrollan en el marco del proyecto arqueológico Adegas da Memoria) concluyen que las terrazas más antiguas no superan los mil años. Así lo acredita la datación, mediante carbono 14, de las muestras tomadas en la comarca de Lemos, en el municipio de A Pobra do Brollón; concretamente, en las proximidades de Os Conventos, en la parroquia de Vilachá de Salvadur, en donde en 2019 se iniciaron las excavaciones.
Se estima, por tanto, que la construcción de los bancales se produjo a lo largo del período altomedieval, doscientos años antes de que la orden del Císter se instalase en la zona; algo que ocurriría en el siglo XII.
Las conclusiones extraídas en el proyecto arqueológico citado podrían extrapolarse inicialmente al resto de territorios que ocupa la Ribeira Sacra, tal y como apunta la edafóloga Cruz Ferro; si bien, esta experta considera recomendable ampliar la investigación.
La uva gallega o brencellao
En cuanto al origen de las variedades ancestrales de la uva, este estaría, según el ex director de la Estación de Viticultura e Enoloxía de Galicia, José Luis Hernáez Mañas, en la hibridación de cepas traídas por los romanos sobre ejemplares de vides silvestres; y, aunque afirma que no existen pruebas concluyentes que lo certifiquen, expone que sí parece que existieron «importaciones desde Italia destinadas al consumo de las legiones romanas». El transporte de este tipo de mercancía deja de producirse en el siglo I, por lo que se podría aventurar «la existencia de una viticultura consolidada en las zonas conquistadas», tal y como publicaba La Voz de Galicia en diciembre de 2015.
A otros estudiosos de la materia, sin embargo, esta teoría les parece harto improbable, dada la falta de documentación que lo corrobore; y apuntan, más bien, a la llegada de variedades del sur de la península que, eso sí, eran de baja calidad. Por tanto, atendiendo a la excelencia de los caldos de la zona, es seguro que ninguna de las que actualmente se cultivan en la Ribeira Sacra tendría en estas sus ascendientes.
Aunque hoy en día se cosechan distintas variedades, lo cierto es que la mayor extensión es la que ocupa la uva mencía, siendo especialmente apreciada la que procede de las cepas viejas. En todo caso, su presencia en la Ribeira Sacra es «bastante reciente», dado que se introdujo con posterioridad a la plaga de filoxera que devastó el viñedo gallego a finales del siglo XIX. Hasta entonces, era el albarello la uva con más predicamento en este área, tal y como recogía el investigador monfortino Antonio Casares Rodrigo, autor de Observaciones sobre el cultivo de la vid en Galicia, publicado en 1843, y en el que también se refería a esta variedad como “uva gallega” o “brencellao” (La Voz de Galicia, diciembre de 2005).
Tal vez eso fue lo que animó a la Consellería do Medio Rural a impulsar en 2008 un proyecto para clonar esta y otras variedades de uva tinta autóctona de Galicia (concretamente, brancellao, sousón, espadeiro y caíño tinto), a fin de proporcionar «a los viticultores las mejores plantas de cada variedad, tanto desde el punto de vista productivo y enológico como sanitario», tal y como comentaba en abril de 2008 El Progreso, citando al director xeral de Investigación, Gonzalo Flores.
Cosecha de 2021
La Ribeira Sacra estuvo desde el 15 de septiembre en plena actividad, dado que la vendimia fue este año más madrugadora que en campañas anteriores; y lo hizo con una cosecha aún más importante que en la precedente, pese a las circunstancias adversas que se hubo de afrontar. Entre ellas, los aguaceros al inicio de la recogida, que exigieron ralentizar el proceso, puesto que, de lo contrario, podría verse perjudicado el grado alcohólico. Para evitarlo, y para que se recuperase el contenido en azúcares previo a las lluvias, fue preciso esperar a que se sucediesen tres o cuatro días de sol. Se buscaba, de este modo,evitar que la calidad de los caldos, que siempre logran merecidos reconocimientos en el ámbito internacional, se viese mermada. En cuanto a la cantidad de uva cosechada, se espera que en la presente campaña se superen las seis mil toneladas.
Fuente de la imagen destacada: https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Mirador_de_Cabezoas_Ca%C3%B1on_del_Sil.jpg